Las historias subterráneas abren otras variables a la conversación sobre el territorio de Altavista, generan matices y enfoques que amplían o acotan la conversación sobre el territorio.
Altavista se ha ido volviendo un nombre estigmatizado. ¿Cómo cambiar el relato? En los últimos 30 años se ha posicionado uno que es el dominante. Las y los líderes son conscientes de la necesidad de cambiarlo, porque también pasan otras cosas, porque es su casa, su espacio vital, es su montaña. Hay historias subterráneas, que abren los cerramientos de las burbujas de contención mediática. Es el momento de contarlas, para que entre otro aire
Resaltar los saberes del campesinado rururbano de Altavista con mayor énfasis en las mujeres campesinas, narrando los mundos y los modos del campesinado, a través de la construcción de un relato que contribuya a cambiar los referentes e imaginarios que se han limitado a la noción de trabajo agrario, al visibilizar sus memorias, afectos, juegos, pensamientos y sueños.
El continuum urbano muerde la montaña, para que lleguen más casas, más gente y más presiones sobre el territorio, lo que ha ido generando un proceso de especulación inmobiliaria y de gentrificación que expulsa a los locales.
No tenemos conciencia de los polinizadores. Ellos hacen un trabajo muy importante. Lo que le pasa a las abejas, también pasa con los campesinos y campesinas.
Yo declaré algo para mi vida y es que nunca estaré en un lugar donde no me sonría el alma. Eso permite mantener una coherencia entre el discurso y lo que se hace.
Lo que más me gusta en la vida es el baile.
En la Fiesta de Campesinos llego a las 12 del día y hasta las 6:00 de la tarde no suelto parejo. En la casa pongo el bafle a toda y me pongo a bailar con la escoba.
Esa misma alegría se la inyecto a las niñas y niños, lo mejor que tiene un ser es la alegría. La alegría borra todo
Me gustaba estar mucho en la calle, donde estaba la gente. Conversar y jugar con los vecinos. Me di cuenta que eso de estar en la calle era encontrar a otros y encontrarme. Desde que nací soy una mujer de historias
Caminar Altavista permite ver casas viejas y hablar con las personas. Esa aguapanela que le dan a uno las abuelas del territorio, me recuerda la mía.
Me gustan las historias que cuentan esas personas que tienen 80 o 90 años. Cuando una las visita ellas recuerdan cómo molían el café, todavía hacen arepas y se puede uno comer una con mantequilla y queso